En un lugar donde los relojes marcan con precisión suiza, los trenes cruzan valles de ensueño y el chocolate se saborea como una experiencia, los paisajes de postal no son la excepción, sino la norma.

Entre relojes de precisión, chocolate que se derrite en la boca y ciudades donde lo medieval convive con la modernidad, este pequeño país alpino brilla por su encanto inconfundible. Con estaciones de esquí de primer nivel y paisajes que parecen salidos de una postal, es un destino que deslumbra todo el año. Su capital, Berna, sorprende con su casco histórico Patrimonio de la Humanidad, mientras Lucerna invita a cruzar el Kapellbrücke, su emblemático puente de madera medieval. Ginebra guarda la imponente silueta de su catedral, y Zúrich mezcla elegancia urbana con naturaleza viva en su jardín zoológico.

Considerado uno de los países más verdes de Europa, Suiza alberga más de 1.500 lagos, como el fotogénico Lago de Lugano. En Zermatt, la imponente cima del Matterhorn domina el horizonte, custodiando su centro alpino, una de las estaciones de esquí más codiciadas de Europa desde el s. XIX. No muy lejos, el glaciar de Aletsch –el más grande de los Alpes– deja sin aliento. Si de naturaleza se trata, nada como perderse entre las colinas de la Jura rural, admirar el ruidoso y teatral golpeo del agua en la estruendosa Rheinfall, vigilada por dos castillos medievales gemelos, o recorrer los senderos del Parque Nacional Suizo. Un destino donde cada rincón sorprende, entre historia, paisajes y perfección.