Un país de paisajes vírgenes y fortalezas silenciosas, donde el aroma del incienso se mezcla con el aire cálido del desierto y las costas se abren al misterio y la calma.

En Omán, el tiempo se desliza como la arena entre los dedos: sereno, antiguo y lleno de secretos. En esta tierra de dunas y leyendas, hasta los camellos desfilan orgullosos, adornados con collares y tejidos, mientras jueces y espectadores los contemplan como si de auténticas celebridades se tratara. Es el aroma del incienso flotando en el aire, el dorado de las dunas al atardecer, la calma de un oasis escondido o el frescor inesperado de una aldea en la montaña. Es un destino que no necesita alardes: seduce con su autenticidad y hospitalidad silenciosa.

Desde la serenidad elegante de Mascate, su capital, donde la Mezquita del Sultán Qaboos deslumbra con mármol blanco e imponentes cúpulas, hasta el zoco de Mutrah, repleto de especias, incienso y tesoros artesanales, cada experiencia parece hecha a medida para el viajero curioso.

El desierto de Wahiba Sands ofrece noches bajo cielos cuajados de estrellas y amaneceres que, según la creencia popular, se vuelve a casa con el corazón más ligero tras contemplarlos. Dormir entre dunas infinitas, donde el silencio es un lujo, se convierte en uno de esos recuerdos que no se olvidan. Y cuando el calor aprieta, los oasis de Wadi Shab y Wadi Bani Khalid emergen como auténticos elixires: aguas turquesa entre paredes de roca, perfectas para nadar, relajarse o simplemente dejarse llevar.

Las montañas de Jebel Akhdar y Jebel Shams regalan aire fresco, aldeas tradicionales y miradores que cortan la respiración. En Nizwa, antigua capital del país, el fuerte y su zoco siguen latiendo al ritmo de la vida omaní. Y en Salalah, el sur tropical sorprende con playas, palmerales y aroma a incienso.

Pero si hay un secreto bien guardado, son las islas Dimaniyat: un santuario marino donde el snorkel y el buceo se viven entre corales y tortugas, en uno de los paisajes más espectaculares de Oriente Medio.

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Entre octubre y marzo, cuando las temperaturas son más suaves, ideales para recorrer el país sin pasar mucho calor.