Antiguas rutas de caravanas cruzan desiertos teñidos de rojo, mientras ciudades talladas en piedra y oasis secretos hablan de un pasado glorioso y un presente lleno de magia y hospitalidad.

Viajar a Jordania es recorrer paisajes de leyenda, respirar historia antigua y dejarse llevar por el encanto de sus contrastes. Caminar por las arenas rojizas del desierto de Wadi Rum y tratar de avistar la guarida de Lawrence de Arabia, pasar la noche en una jaima beduina bajo un cielo abarrotado de estrellas, es solo el prólogo de una aventura que continúa con lo grandioso.

Petra se alza como un diamante indiscutible de Oriente Medio, una de las 7 maravillas del mundo y uno de los espacios arqueológicos más espectaculares del planeta. Atravesar el desfiladero de Siq hasta emerger ante fachadas esculpidas en roca, ocultas durante siglos, revela una ciudad cuya belleza desafía el tiempo.

Jordania también significa sumergirse en las aguas del Mar Rojo para descubrir una vida submarina vibrante: arrecifes de coral resplandecientes que invitan a nadar entre peces de colores imposibles; como también flotar en un spa natural de aguas tan densas como legendarias, el Mar Muerto, el balneario más grande del mundo. En Aqaba, el mar se convierte en escenario de exploración y relax.

Jordania alberga algunas de las mejores ruinas romanas fuera de Roma, como gran ejemplo en Jerash, donde cada columna, teatro o plaza revive el esplendor del pasado grecorromano. Por su parte, el Monte Nebo te invita a relajarte bajo las estrellas y admirar panoramas espirituales donde la historia bíblica y la naturaleza se abrazan con vistas interminables.

Quien viaja a Jordania no solo descubre paisajes sobrecogedores y monumentos milenarios, sino que conecta con una tierra que sabe contar su historia como pocas.

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De marzo a mayo o de septiembre a octubre, cuando las temperaturas son suaves, haciendo que explorar la naturaleza jordana sea más placentero.