Sumérgete en un refugio tropical donde las aguas cristalinas y las densas selvas tropicales esconden una biodiversidad exuberante, un lugar donde cada rincón está lleno de vida, colores y aventuras únicas.

Belice es un paraíso caribeño enclavado en el corazón de Centroamérica que conquista desde el primer momento. Rebosa de naturaleza salvaje, playas de ensueño y una fascinante mezcla de culturas —criolla, garífuna, maya y mestiza— que hacen de este pequeño país un gran destino. Heredero directo de la antigua civilización maya, Belice no solo sorprende en la superficie, sino también bajo el agua.

Para los amantes del mar, este es un tesoro sin igual: aquí se encuentra la segunda barrera de coral más grande del mundo, todo un santuario para el buceo y el snorkel. Sumergirse en el Gran Agujero Azul es adentrarse en un abismo natural rodeado de aguas turquesa. Y en la Reserva Marina de Hol Chan, nadar junto a tiburones nodriza y rayas es tan emocionante como inolvidable. Los ecosistemas de manglares, los cayos solitarios y el kayak en el arrecife de Glover completan una experiencia acuática perfecta.

La tierra firme también promete aventuras: recorrer las selvas tropicales, llenas de monos aulladores, tapires y hasta jaguares, es descubrir otra Belice. Las impresionantes ruinas de Xunantunich, con sus jeroglíficos mayas, o el sitio arqueológico de Altun Ha, que inspiró la etiqueta de la cerveza Belikin —ideal para refrescarse tras explorar—, son imperdibles. Y llegar por el río Nuevo a la antigua ciudad de Lamanai, en un safari fluvial rodeado de vegetación densa, es pura emoción.

Entre cuevas de estalactitas, playas de arena blanca como las de Cayo Ambergris y el ritmo pausado de su gente, Belice es un destino aventurero, natural y auténtico que se vive con todos los sentidos.

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Entre noviembre y mayo, durante la temporada seca, cuando las temperaturas son agradables, el sol es abundante y hay menos riesgo de lluvias y huracanes.