Tierra de sonrisas, aromas y templos brillantes. Desde sus islas paradisíacas hasta el norte espiritual, cada rincón ofrece una experiencia sensorial que celebra la vida con color y gratitud.

Tailandia enamora a quienes se pierden entre los aromas y colores de sus calles bulliciosas y también a quienes prefieren el murmullo de los templos en ciudades escondidas entre montañas. Viajar a este país es adentrarse en el corazón de su rica cultura a través de sus templos, es dejarse sorprender por la vida que fluye en sus mercados flotantes, es desconectar por completo entre sus playas idílicas y es degustar su exquisita gastronomía.

Desde la energía inagotable de Bangkok, con sus templos brillantes, rascacielos, mercados flotantes, gran vida nocturna y comida callejera inigualable —¿cómo no adorar Bangkok?—, hasta la quietud del norte, en Chiang Mai, capital cultural del país, donde la ciudad vieja guarda más de 300 templos del antiguo reino de Lanna. Más al norte aún, Chiang Rai sorprende con su hipnótico Templo Blanco, una joya contemporánea que parece de otro mundo.

Los amantes de la historia quedarán fascinados con el Parque Histórico de Sukhothai y las majestuosas ruinas de Ayutthaya, antiguas capitales que cuentan el origen de Siam entre chedis dorados y raíces milenarias. En el mítico Triángulo de Oro, donde convergen Tailandia, Laos y Myanmar, el paisaje se torna místico entre montañas y ríos.

El sur despliega postales de ensueño: las playas de Krabi, Railay y Koh Samui enamoran con su belleza serena, mientras que Phuket combina playas, miradores y ambiente festivo en dosis perfectas para quien busca variedad sin moverse demasiado. En la espectacular isla de James Bond —donde se rodó una de las escenas más icónicas de El hombre de la pistola de oro—, y en Maya Bay, escenario de la película La playa, uno se olvida del mundo. Naturaleza exuberante y selva virgen te esperan en el Parque Nacional Khao Sok, una joya tropical salpicada de lagos y acantilados.

Y entre tanto que ver y hacer en esta joya del Sudeste Asiático, nada mejor que saborear su extensa oferta culinaria: un pad thai callejero, una sopa tom yum goong picante, unas brochetas satay, … Porque la gastronomía tailandesa es, sin duda, otro viaje en sí mismo.

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Entre noviembre y marzo, con un clima agradable y cielos despejados, el momento perfecto para conocer en profundidad la naturaleza de Tailandia.