Entre templos majestuosos y ríos tranquilos, este destino parece detenido en el tiempo, donde cada piedra susurra historias antiguas y una cultura vibrante se mantiene viva en medio de la naturaleza exuberante.

Entre selvas antiguas y costas resplandecientes, Camboya despierta los sentidos con su historia, su vida cotidiana y sus rincones mágicos. El enorme portal sur de Angkor Thom abre la puerta a un universo de mil templos, y justo entonces aparece Angkor Wat, el monumento religioso más grande del mundo, elevándose con solemnidad en el amanecer. En el lago Tonlé Sap, poblados flotantes narran historias de agua, niños, barcas y pesca, una forma de vida suspendida sobre las olas. Las mejores playas de Camboya, en Sihanoukville, ofrecen un remanso de arena blanca, palmeras al viento y mar turquesa que invita al descanso absoluto.

Porque viajar a Camboya es una experiencia de mil sensaciones: desde vivir como los locales cenando en el mercado nocturno deliciosa cocina jemer y saliendo por Pub Street en Siem Reap, hasta disfrutar de la caótica pero cautivadora capital, Phnom Penh —otrora denominada la «perla de Asia»—, que combina su historia reciente en el Museo del Genocidio de los Jemeres Rojos o la sombría prisión de Tuol Sleng, con la elegancia del Palacio Real y sus piedras preciosas. El templo Wat Preah Prom Rath brilla entre pagodas doradas y jardines tranquilos, y el Bayon despliega más de doscientas caras talladas en piedra, guardianas silentes del pasado de Angkor.

En el noreste, las colinas onduladas y cascadas de Mondulkiri invitan a la aventura más pura, mientras que entre la selva de Kompong Thom, Sambor Prei Kuk revela sus templos preangkorianos como vestigios de un imperio remoto.

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De noviembre a marzo, cuando las temperaturas son cálidas, ideales para disfrutar del paisaje camboyano bajo cielos despejados y un sol resplandeciente.