Allí donde Europa y Asia se funden en una sola mirada, la historia se pasea entre ruinas antiguas y palacios otomanos, los bazares vibran con cientos de colores y sabores, y los amaneceres sobre globos en paisajes lunares parecen sueños hechos realidad.

Entre Asia y Europa, en el cruce de culturas y caminos milenarios, existe un país que fue cuna de una de las grandes civilizaciones de la antigüedad. Bañado por tres mares y acariciado por el sol, ofrece un abanico de experiencias que parecen sacadas de distintos mundos. Estambul vibra entre oriente y occidente, con la imponente Santa Sofía y el Gran Bazar, donde cada pasillo es un festín de colores y aromas. Al suroeste, Éfeso asombra con su biblioteca de Celso y su teatro romano abierto al cielo: testigos de un pasado esplendoroso que aún resuena entre columnas de mármol. En el interior, Capadocia dibuja un paisaje surrealista de chimeneas de hadas y valles esculpidos por el viento, mientras globos aerostáticos pintan el amanecer.

Nada como terminar el día sumergido en un auténtico hammam: vapor, calma y tradición en su forma más placentera. Después, las piscinas termales de Pamukkale sorprenden con sus escalones blancos y sus aguas cálidas, perfectas para relajarse con una vista única. Y si lo que apetece es playa, las hay de ensueño: arenas doradas, agua cristalina y sol a raudales.