Entre fiordos que cortan el aliento, auroras que iluminan la noche y pueblos donde la naturaleza dicta el ritmo, este destino es un regalo para los sentidos y el alma aventurera.

Viajar a este país del norte es sumergirse en un territorio de contrastes, donde los días pueden brillar sin descanso bajo el sol de medianoche o entregarse a la calma envolvente de una noche polar. Aquí, cada estación tiene su propia magia y el paso del tiempo se celebra con paisajes que parecen de otro mundo. Desde surcar los escarpados fiordos noruegos en un crucero hasta recorrer en tren uno de los trayectos más espectaculares del mundo, este destino demuestra que la naturaleza y la cultura hacen muy buena pareja.

En invierno, los cielos árticos se iluminan con la danza hipnótica de las auroras boreales, mientras en verano, el horizonte se tiñe de tonos anaranjados que nunca terminan de oscurecer.

Porque lo mejor está en su diversidad: Svalbard y sus glaciares remotos, Tromsø y su espectáculo de auroras boreales, las Islas Lofoten que parecen salidas de un lienzo, el imponente Púlpito de Preikestolen que se asoma al abismo o la capital, Oslo, vibrante y serena al mismo tiempo. Aquí siempre hay algo que hacer, algo que sentir… y mil paisajes que recordar.